Sueño Americano

La boca de hierro exhala un vaho oscuro y mugriento. Uno que no cualquier persona es capaz de respirar. Solo los neoyorquinos que caminan rapaces por las avenidas cubiertas de neumáticos. Las aristas de los rascacielos escupen al cielo y lo ensucian. Es una imagen fea. El firmamento ocultado por tremebundas estructuras de metal. Los subsuelos respirando vapor mugriento. Los claxones esgrimiendo pequeños gritos y arañazos en el hierro de las farolas que chirrían con grima.

Los pájaros devoran el horizonte. Devoran los sueños. El genio duerme en la calle. Los ciegos caminan con maletines y corbata. Los que ven, viven más allá de las bocas con humo. La mayoría son de colores diferentes al blanco. Tal vez impropios para algunos. Las monedas que van a parar a los vasos de café no son suficientes para volverlos a llenar de café caliente. Menos para salir de las corrientes de humo negro.
Tampoco para darle dignidad a un color de piel, ni a un sexo... Ese dinero sirve para no morirse en las calles. Para hacerlo en las cuevas subterráneas y hartas de suciedad. Allí, su muerte, molesta menos.

Esto no cambiaría con una dictadura del proletariado, seguramente, repartir la miseria sería aún más hipócrita. No cambiaría haciendo sangrar a los que poseen más. Ni montando una sociedad sin clases por imposición. Funcionaría un movimiento desde el amor. En el cual todos trabajemos, nos ayudemos porque somos hermanos. Así el sol de Nueva York brillaría más.  Lo haría más naranja, más fuerte. Así las gaviotas no devorarían el horizonte y las bocas de hierro no vomitarían vaho mugriento. Pero las aristas del los rascacielos de Nueva York siguen haciendo sangrar el firmamento, con sus estrellas y el genio sigue en la calle, llenando un bote de monedas para poder morirse lejos de allí.

"La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas" Federico García Lorca

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