Presos Políticos.

Sophie era poca cosa cuando su padre la zurraba. Se sentía bien pequeña y en ocasiones soñaba con ser hombre. Una vez se cortó el pelo, pensando que así las deidades le otorgarían las suficientes fuerzas como para responderle en sus ataques. El padre estaba borracho, pero derrochaba energía. Empezó insultando a su madre Irina. Ella lloraba desconsoladamente. Le pedía que parase. Que esa noche no. Para ella ninguna noche era oportuna. Para él en todas era algo necesario.

Sophie no contaría los doce años, pero ya razonaba. Durante su prematura infancia creció sin su padre, porque misteriosamente fue llevado a un lugar del que no se podía hablar. De allí volvió sin dos dedos y con marcas horribles en su cuerpo. Sophie se asomó por las escaleras y bajó lentamente. Temía que la frecuencia de sus latidos la delataran. Temía, pero era más fuerte que todo aquello.

Con el pelo bien corto se acercó a su padre y le agarró por la mano pensando que esta vez si podría retenerlo. Su padre le propinó un golpe que la tumbó sobre la roída alfombra. Le sangraba la nariz, más la dignidad. Erik, su padre, comenzó a gritar muy fuerte y a blasfemar contra el régimen.
-Cállate que nos van a oír por los micrófonos.- Suplicaba Irina.
Pero la casa seguía inundándose de absurdas calumnias de borracho. Entonces Sophie ávida de respuestas e inocente dijo.
-Lo debiste pasar muy mal en el lugar en el que estuviste tantos años...
Se hizo el silencio. Este cortó el fugaz ataque de su padre. Erik quebró el llanto y esgrimió unas lágrimas sucias.
Los micrófonos que ansiaban de infamias contra la URSS lo oyeron todo. También los ojos delatores de las cortinas de en frente. Nadie dijo nada. Tampoco hablaron cuando Irina le abrazó y lloraron juntos, cuando el aroma de la lejía que corroía sus manos y el sudor alcoholizado de Erik se mezclaron destruyendo la esencia de la naftalina rancia que recorría la casa. No hablaron mientras en la oscuridad Sophie practicaba con su viola. Y mucho menos cuando Irina y Erik follaron como conejos.

(Mil Retratos Para los Afanasiev)

A alguien

Dile al sol.
Que nunca nadie lo hizo tan cálido.
Y que su luz es testigo
de mis grandezas y mis pequeñeces.

Que mis miedos se derritieron 
con sus veranos.
Y en su ausencia sentí el invierno.
Cuéntale que adoro su reflejo
en las fotos que ya pasaron.

Dile que la vida no nos hubiera hecho
si no hubiese días y noches.
Estaciones, minutos y meses.
Dile que gracias, por pender
encima de nuestras cabezas.

Por guiarme y ser mi estrella.


La Revolución del Hombre

La estupidez no es una tragedia, lo trágico es que la sociedad le rinda pleitesía. Vivimos en el sistema de los mutilados. Desde pequeños, con la educación pretenden coartar nuestra creatividad. ¿Por qué? muy sencillo, la creatividad de las personas es la característica que nos permite evolucionar. Sin ella, somos máquinas, productos, que trabajan para sociedades financieras, estados y poderosos.

¡Señores y señoras, ha llegado a éste mi blog la Revolución del hombre, la verdadera Revolución!
No propone levantamientos contra clases sociales, ni contra estados, propone un nuevo estilo de vida, regido por la filosofía, por las ideas propias y no las preconcebidas. Por el verdadero concepto de cultura, que no solo se cierne a transmitir conocimientos sino que también los crea. Porque solo desde el amor podemos pensar en un mundo diferente. Si somos energía, conectémonos, seguro que así somos más fuertes.

Apaga tu televisión, deja tu móvil, todo el material que te aísla de ti, que no te deja saber cómo puedes sentirte y aprende a vivir tú mismo, es difícil, pero es la única opción, si quieres ser consciente de que lo haces bien de que realmente sientes tú y no lo que unas máquinas quieren de ti.


"¿Qué son ochenta años de una vida de hombre al precio de la eternidad?"
Max Jacob.

No faltó un sentido

Estaba escrito.
Todo, absolutamente todo. No faltó una palabra, un sentido opuesto a la utopía que íbamos a vivir.

No hablo de amor, hablo de amistad. De la gratitud que me complace al pensar en las almas libres que se han cruzado en mi camino. Que han anhelado volar en un mundo donde las alas están prohibidas. He encontrado mil y una casas repartidas en todo el mundo. París, Denver, Madrid, Taranaki, Las Palmas, Guilford, Budapest, Dubrovnik. Una cantidad de pasajes que acontecen a una serie de catastróficas apariciones. De personas, monumentos, paisajes que exasperan mi tacto, adulteran mi vista, despiertan mis oídos, mi alma.

Soy más de lo que jamás hubiera esperado, yo tuve una casa en el mundo, una que amé con fuerza, que me hizo como persona. Tuve un horizonte al que mirar y en el que dibujar un pensamiento, sabiendo que era fruto de lo que creía. En el amor, en el maldito amor por las personas.


Estaba escrito.
Todo, absolutamente todo. No faltó una palabra, un sentido opuesto a la utopía que íbamos a vivir.

Un secreto

Es un secreto.
Guárdalo contigo siempre.
Es un poquito de mí.
De lo más profundo de mi interior.

Acaricia su textura y úsalo
para conocerme mejor.
Así me verás con otros ojos
cuando los días no me salgan
del todo bien.

Así podrás cuidar un poco
mi lado enfermo.
No quiero que lo conozca nadie más.
Me vales tú.

Así que no lo cuentes,
no lo uses como arma arrojadiza
cuando tengamos problemas.
Con él, en tus manos soy frágil,
como una tiza.

Y recuerda:
Que es un secreto.
Que te acompañará siempre.
Que es un poquito de mí.
Que con él siempre lograrás curarme
y que con él siempre podrás matar.

Campeones.

Te voy a decir una cosa, vas a parar de llorar y sentirte poco, vas a levantarte a mirarte y a saber bien quién eres. Vas a creer en los imposibles, en ti y vas a apostar todo lo que tienes. Vas a dibujarte una sonrisa en la cara y vas a salir a la calle con ella. Y cuando todos los demás se hayan cansado de hablar, cuando tus fantasmas del pasado hayan desaparecido vas a ver todo el camino que tú solito has recorrido.


La única cosa que se interpone entre un hombre y lo que quiere de la vida es a menudo simplemente la voluntad de intentarlo y la fe para creer que es posible. (Richard M. Devos)

Nuestra felicidad o miseria depende de nuestra disposición y no de nuestras circunstancias. (Martha Washington) 




Sé fuerte, capaz, determinado y dispuesto. Lucha por lo que quieres, así podrás sentirte orgulloso de tus actos.

Tienen Tanta Electricidad tus Manos

Tienen tanta electricidad tus manos
que podrían estremecer mis sentidos.
En cambio los atrae y los adormece.
Y respiro palabras que escritas lloran
secretos. Besan y recuerdan.

Que la primera vez me quedé
sin aliento, observándote a ti,
en medio de una calle de dos vías.
Donde el fin del mundo acababa
y tan solo quedaban tus largas piernas.

Nos Ganó la Felicidad y sus Ganas de Vivir en Nosotros

Intentamos perder, estar tristes, intentamos pelearnos y olvidarnos. Era todo inconsciente, tal vez por miedo al estado en el que vivimos, por miedo a caer desde un lugar más alto. Pero fue imposible, porque cada minuto merecía una sonrisa, un guiño, una mirada... Todo se empapó de magia. !Hasta mis zapatos¡ Estábamos asustados, a lo mejor no saldría bien. No sería la primera vez, tampoco la última... ¿o sí? Podría ser para siempre. Como las películas y las novelas. Decidimos apostar por ese espíritu que habíamos respirado y que hacía luz en las sombras. Decidimos quedarnos vencidos, sin rechistar, sin elección.

Hubiéramos preferido que todo fuese normal y que no existiesen estas conexiones sublimes, pero nos ganó la felicidad y sus ganas de vivir en nosotros.

La Semilla que Esconde

Sophie nunca se adaptó del todo al mundo en el que vivía. Sinceramente, no pensaba que pudiese lograr hacerlo jamás. Tampoco Sergéi entendía las complejidades que le rodeaban y le asían y le asfixiaban con sus tremebundas garras. Ninguno de los dos se sintió del todo real frente a los sucesos del mundo diario.

A veces hablaban de política en la cena, eran pocas palabras y todas acababan en lo mismo. 
-Las ideologías matan no creo en ellas...
+Sergéi, creo que la gente muere por el poder que pueden otorgar el mundo de las ideas, por eso me gusta el de la música, porque el único poder que existe en ella es el de otorgar al sonido belleza y sentir con él.
-Mientras, las ideologías acaban con las personas y el hambre y las enfermedades y las injusticias... Y yo no creo vivir en ese mismo mundo.

Las puertas del caserón señorial escondían sus secretos y fantasmas, los resguardaban del mundo cruel al que la sociedad estaba sumida. A veces estos también en un remolino indeterminado de ansias de poder sacaban sus desgracias a flote, las rememoraba y las repetía en la mente de la perturbada Sophie... Demostrando que del mal, no se libra nadie.


(Mil Retratos para los Afanasiev)

confusing smoke

Tal vez hubiese preferido que fuese así, que no se convirtiese en una mera confusión.
Porque cuando las cosas son claras, yo discierno rápido y puedo ser una grave amenaza.
No me vencen las decepciones, me vencen los velos que a veces consiguen taparlas.

Indie.

Estoy sobre una montaña contemplando el mundo. Viajo solo. La música Indie me hace libre. Despierta mi instinto. Se desvincula de mi cuerpo y danza sobre el cielo. Desde la cima se puede ver la gran carretera. La hemos recorrido en moto o a caballo, pero lo hemos hecho nosotros,  los hijos del viento...

Respiro el olor del campo oreado en la piedra. Respiro. Mis cicatrices se cierran. La distancia que mantengo con la realidad ecuánime es desmesurada. Puedo ser onda en el cielo. Mi cuerpo baila con el ritmo abstracto de esta música tribal. La montaña de sonido sobre la que estoy vibra, yo con ella. Sentimos la energía recorrer nuestros brazos. La de miles de personas que estuvieron aquí arriba, creyendo vivir distantes al momento. Creo en la magia, en el mundo paralelo que acontece los fugaces minutos de notas inconclusas. Creo en el poder de sus palabras, en el camino hecho a base de voces silenciosas, que escuchan la calma y la rezan, componiendo para ella, la música de los sentidos.



Indie.

Copla

Le dijiste que te cantase, las palabras más bonitas
jamás escuchadas resbalando por tu oído.
Le rozaste el pelo y olía a violetas,
le acariciaste el rostro y y estaba húmedo
y errante. Buscaba una mano que acariciara
como la tuya. No otra. No alguna. La tuya.

Y se recreó con tu sonrisa que oscura
se ocultaba con las sombras de la noche.
Aún las estrellas le iluminaban los ojos verdes
enredados en su hiedra joven. Y aún las palabras
eran tímidas, pero bellas. Le diste una vuelta sobre
sus tobillos y creyó que volaba. Y cuando rozó el cielo
cerró los ojos, se acercó a tu semblante
y tú tímido y temiendo el silencio le susurraste
al oído, (viendo a tu alrededor la luz del Rocío).

-Cántame-, le dijiste cántame.



Estoy Aquí

Mírale al mundo a la cara, clava tus ojos en sus pómulos, dile que eres bien duro, que no te rompes tan fácil ni te achantas tan rápido. Grítale que de aquí no te mueves. Déjale bien claro donde se quedaron tus miedos, hazte guardar respeto. Dile lo pequeñas que resultan sus infamias, sus calumnias, sus ataques... Díselo mirándole a la cara. Después acércate a su oído y susúrrale que no has nacido para rendirte, que vivir no es una opción, es la opción.


Ecuación con Demasiadas Letras.

Encontré la fórmula con la que hacerme. La leí; no entendí ni una palabra. Pero estaba hecha, ideada por otro. Entonces pensé ¿qué querría esa persona, ese Dios, ese Nirvana, que fuese? Comencé a elegir caminos. Unos que de algún modo ya estaban del todo programados. Me gustaría tener alas, pero no sé de pájaros. En cambio, tengo mi fórmula y tampoco sé de palabras.

Estoy tan malditamente incompleto, inseguro. 
Que no distingo la luz de las sombras.

Cartas de Sophie (I)

Te hice a mi medida.
A la medida de mi felicidad y de mis silencios...
Te recreé una y otra vez.
Te quise... Te quiero.
A tu lado fui menos yo.
Fui lo que tú quisiste.
En parte.

Porque yo fui la que decidí,
cómo quería hacerme a ti. 
A tus brazos, a tu sonrisa...
yo decidí cómo abandonarme a mi suerte.
Cómo coger esos trozitos de mí y esconderlos
para que no los vieras.

En cambio,
yo te hice a mi medida,
a la medida de mi tristeza 
a la de mi música...
Pero entiende
que lo hice por amor.
Aunque yo le pertenezca a la soledad.
Lo hice por un arrebato infame de amor.
Adiós.

(Mil Retratos para los Afanasiev)
Primera carta de suicidio de Shopie.

Alianzas y Hostilidades

Somos tan complicados nosotros... Tan llenos de misteriosas contraseñas ocultas por secretos, de idiosincracias desprovistas de historias o de historias desprovistas de rigor...

 Estamos hechos a la medida de nuestros miedos. Tantas son las diferencias que nos marcan, las que nos unen, las que nos vuelven a separar...  Tantos son los innatos sentidos que se nos despiertan con cualquier sensación o los complejos que nacen de cualquier actos.

!Tantas cosas somos, tantas dejamos de ser¡ Que no podríamos ser objeto de ningún estudio. Nuestra indomabilidad es inestable, confusa, agotadora. No tiene un rumbo fijo, ni una senda sin otras en las que tentarse, por las que divagar. !Ah, que difíciles son los resortes de nuestro cerebro¡


Siempre se puede mirar hacia atrás.


Siempre se puede seguir caminando.



Pequeño Pasaje.

Aún Sergéi recuerda cuando conoció a Sophie. Llovía y era tarde. Sus paraguas chocaron al cruzarse. Sus corazones se atravesaron. Se miraron. Se pidieron perdón. Ella iba con su viola. Él con su diccionario médico. Eran muy jóvenes. Pero parecía que podía esperar una eternidad a que ocurriese aquello. No tenían dinero.Ambos estaban estudiando. Él la invitó a tomar un café. Ella dijo que prefería el té. Se sentaron en silencio y se miraron largo rato a los ojos. Sophie le miraba atónita.

-Yo ya te conozco de hace tiempo... Bueno en realidad son mis sueños los que te conocen ellos me mostraron tu camino hace tiempo.

Cuando se levantaron Sergéi se quedó sin aliento, también sin rublos en la cartera.


(Mil Retratos para la Familia Afanasiev)

La Sin Rostro.

Sergei solo se había acostado con su mujer. Era un hombre bueno. Un gran médico. Un buen poeta aficionado. De esos que eran capaces de asesinar al verso con cuatro palabrotas y después dedicarle la más conmovedora de las elegías. También temía a la casa, no tanto como a su mujer.

El hechizo que Sophie provocaba en él era indescriptible. Acababa cautivado por la energía que desprendía. Ella parecía delicada, pero era una persona peligrosa. Inteligente, cuidadosa y mentalmente desequilibrada. Lo que le gustaba a Sergei es que ella sabía controlar su desequilibrio, lo conocía y lo aceptaba. Lo que no sabía es que oyese voces, que provenían de generaciones pasadas.

Creía que tenía todo bajo control, que lo había podido ver todo. Que su mujer era la misma cuando hacían el amor, cuando tocaba un solo o cuando recorría plácida los largos pasillos verde botella. Pero desconocía lo más peligroso. Sophie mentía y lo hacía tan bien que ni él lo sabía.

Cuando versaba poemas para ella ignoraba que fuesen para uno de sus infinitos retratos, ignoraba que esas fuerzas del pasado la desdibujaran en otra, tal vez en una perturbada, o tal vez en una especial.


(Mil Retratos para la Familia Afanasiev)

Si fuera una Esencia

Doscientas veintitrés personas.
Pero no quiero hablar con ninguna.
En realidad no me apetece hablar.
Desearía llorar con las palabras,
amar con ellas, sentir, simplemente.

No tengo ganas de reírme,
me gustaría contar estrellas.
De sentirme pequeño y abrigado
a la vez por el cielo que me vio crecer.
El cielo azul marino de Talamanca.

Allí no soy el otro.
Ni siquiera soy yo.
Soy lo que el cielo
quiera de mí.

Lo que el infinito
consigue hacer conmigo.

Lo Que Habitan las Paredes

La primera vez que Sophie oyó voces en su interior estaba sola. Sus delicadas piernas habían comenzado a cosquillear. Quería bailar algo lento. Puso en el gramófono una canción jazz que se empezaba a deslizar por sus dedos. De repente llegó aquella frase.

-Dream a little dream of me...
Lo que le aconteció le sucedió tan rápido a la tristísima Sophie que casi le pareció un desvanecimiento.
-Recoge las cosas del suelo furcia.- Chillaba su abuela Annya a su madre.

-¡Qué me oiga la U.R.S.S o el mismísimo Stalin! En esta casa no escondemos nada, ¿me oís?, claro que me escuchaís a través de los micrófonos, !claro que sí¡- Ese era su abuelo Boris maldiciendo una y otra vez.

No tardó en oír a su madre Irina tocando el piano que ahora estaba entrecerrado y cubierto de polvo. Vio sombras en la cocina. Oyó las manos golpeando el torso de la liviana pianista. Escuchó su viola gruñiendo. Su voz infantil de ocho años preguntando dónde estaba el abuelo Boris... ¡Escuchó tantas sandeces!, ¡tantas vejaciones que creía haber olvidado!

Escuchó el horror tendido entre las sombras, los suspiros que residuales quedaban después de haberse pasado una noche llorando. Escuchó el crujido de sus tripas y de sus huesos fríos clavados a los muelles del colchón.

No era una absurda paranoia. No eran los ataques de esquizofrenia que acabaron con su madre. Eran los fantasmas. !Sus fantasmas¡ Que todavía merodeaban por la casa y sentían.

El olfato de Sophie se agudizó hasta percibir el perfume de rosas al que siempre olían los cuartos. A la naftalina rancia sobre su armario. Aunque no hubiese qué comer, ese perfume siempre ahogaba los pulmones de todos. Aunque su madre hubiera enloquecido hasta el punto en el que olvidaba quién era y su padre se había alcoholizado hasta desconocer del momento del día en el que vivían ese maldito olor siempre estaba ahí, con las voces, los susurros, los gemidos precedidos por palizas y la quietud que otorgaba la oscuridad.

Sophie se encerró en el baño y llenó la bañera de agua caliente. El vapor comenzó a dibujar los corazones que ella de pequeña palpaba en el espejo, también mensajes hechos con letra infantil... Se sumergió en el agua y se mordió las muñecas muy fuerte para no gritar. Se pasó casi dos minutos sin respirar, el cerebro se le atusó y se convirtió en mareo y naúsea.  Y, cuando se apoyó sobre la bañera y el vapor empezó a dejar de brear su cuerpo sus nervios se destensaron y su mandíbula se despegó de sus muñecas en carne viva.
Entonces miró alrededor e hizo una pregunta de lo más extraña...



-¿Mamá?
-Tss cariño, no llores, papá se ha ido y aquí estoy yo para cuidarte.

(Mil Retratos para la Familia Afanasiev)

Una Suite y un Sillón

A veces el sol palidece tras la ventana. Sergei disfruta con esos días. Las ventanas se empañan y se tiznan de humedad. Mientras, Sophie ensaya en el salón. Su viola inunda con notas la casa señorial perdida en los estrechos bulevares del barrio burgués. A Sergei le encandilan cada uno de los silencios. No se lo confiesa a su mujer, pero la llegada del invierno sobre San Petersburgo le apasiona, más pasarlo con ella.

Son esos días grises los que les terminan soldando a ellos dos. Como no puede salir al porche a fumar se sienta en uno de los sofás y la persigue con la mirada. Es excepcional, nada menos que la concertino de la orquesta filarmónica de San Petersburgo. Sergei que es extremadamente sensible sabe por qué brilla. No es música, es su historia. Sus tormentos, sus miedos, sus luchas... A veces cuando toca se desconcentra y le mira de reojo. Entonces su viola descarga otras sensaciones bien diferentes. Las conoce. Practican sexo en silencio y a distancia. Él sentado, ella improvisando. Los suspiros que perdidos se encuentran en bocas de otros. Los glissandos que rozan sus pantorrillas. Los vibratos que ahora son sus jadeos...

Cuando Sergei piensa que todo aquello son perversiones suyas ella deja el instrumento con sigilo en su estuche. Camina procurando no rozar el suelo. Se sienta a su lado y lo abraza. Justo igual que cuando terminan de llegar al culmen.

Sophie tiene los pies fríos pero el pulso caliente y ágil. Se hace un ovillo sobre Sergei que es grande y le mira a los ojos. Siente una sensación rara en su cuerpo. Temperaturas dispares que le adormecen los músculos.
A sus ojos Sergei es bello. Ella se considera bastante atractiva. Los hombres la consideran así. Pero no le ama por eso, podría tener el rostro deforme o las articulaciones atrofiadas, que le seguiría amando. Lo hace porque le da el equilibro que su vida sola no posee, porque comprende que no puede ser músico si se aleja de la casa de los Afanasev. Si no ve los fantasmas, escucha las voces y los golpes. Si no recuerda los olores de su infancia, sus miedos, la luz tornasol de la biblioteca. Porque sin entender sus locuras, sus manías enfermizas, la quiere y la cuida.

A veces Sophie se ve como una cáscara vacía y odia a Sergei. Lo odia, porque él la ha ocupado, la ha rellenado y dado forma, porque se ha hecho con el espíritu psicótico y tortuoso de solista. Le ha dado nombre, lo ha estudiado y de algún modo, lo ha domesticado y le ha cortado la libertad.

-Si me sueltas pueda que quiera desaparecer.- Le susurra Sophie al oído de Sergei.
-Por eso sé que no lo voy a hacer nunca.


(Mil Retratos para la Familia Afanasiev)

Lo que se Despierta en sus Sueños.

Sophie se despertaba congestionada algunas noches. Sudada y arrítmica. El sueño se le trastornaba con ávida frecuencia. No tenía que ver con lo que le pudiera haber sucedido durante el día, sino con lo que le pasó hace tiempo. Su cuerpo se despertaba repentinamente dolorido y entumecido.

Era una sensación extraña, que no sabía con qué comparar, pero que entendía perfectamente. Se hizo adicta a algo, aunque de esto hacen tantos años que aparentemente no resulta relevante. Algunas noches su subconsciente le pedía cosas... cosas malas. Deseaba que su torso fuese lastimado. Una parte de su ser pedía ser golpeada como en antaño. Entonces miraba a su marido, que dormía en el lado derecho de la cama plácido y sentía unas ganas enormes de ahogarlo con la almohada. Se horrorizaba con tan solo pensar en ello. Estaba francamente asustada. Bajaba a oscuras por las escaleras con cuidado de tropezar. Llegaba al porche, donde se encendía un cigarrillo detrás de otro mientras le lloraba a las montañas esperando a que las sombras desapareciesen y con ellas, el poder de su subconsciente, y con ellas, los fantasmas del pasado.


(Mil Retratos para la Familia Afanasiev)

Los Ángeles Negros Tienen Alas.

Sophie nunca dejó de tenerle miedo a las paredes que la habían visto crecer. A los fantasmas que habitaban en el eco de sus huellas sobre el parqué. A los mil retratos de su ascendencia que poseía el salón con papel de pared verde botella. Sophie no terminó de perderle el miedo a las camas vacías. Y aunque ahora estuviese con un hombre bueno no podía terminar dejar de temer.

La armadura de la sala de estar sabía los secretos que recorrían aquellas alcobas y pasillo interminables. Las monstruosidades que acontecieron en esta casa durante la infancia de la mujer, que ahora residía en ella con un trémulo pudor. A veces, cuando terminaba de hacer el amor con su marido y él bajaba al porche a fumar, o cuando en medio de la oscuridad una luz se encendía los temores se le ruborizaban en sus mejillas.

Aunque hace décadas de esto, Sophie a veces lo siente como si fuese ayer. Oye los pasos de su padre subir las escaleras y a su madre sollozar en su cuarto. Oye gritos e insultos y después un golpe. Aún teme ese sonido sordo que adoptan las manos de un hombre sobre el cuerpo de una mujer. Aún así, Sophie tapada con el edredón sigue oyendo el panorama, que termina en una súplica.
-Por favor, hoy no me pegues tan fuerte...
Y su padre ebrio solloza con ella y en un acto de infinita bondad se arrima a ella y le acaricia el pelo.

Después Sophie se quedaba a seguir oyendo, el silencio intercalado por unos gemidos que nada tenían que ver con el dolor enjugado. Seguía quedándose a oír en busca de algo que ansiaba, la quietud. Cuando llegaba cerrara los ojos o no, la oscuridad ya la había invadido por completo.


(Mil Retratos para la Familia Afanásiev)

La Historia de mi Solsticio.

Hubo una vez en la que aprendí a vivir muriendo. Creía que el corazón funcionaba porque sí y el mundo se sumía a su inercia, a un tiempo, a la espera... Era una interminable era glacial en la que mis palabras se congelaban, mis notas eran de escarcha y mi felicidad, humo... Creía ser un pájaro enjaulado, que con sobrevivir ya había tenido suficiente. Tuve problemas... Bebí para olvidar, para ser otra persona. Bebí porque no había calor suficiente en mi sangre como para deshacer la gélida nevada. Bebí porque no me quería. Repito, tuve problemas...

Después vi mundo, y sentí cosas que nunca jamás había sentido. Entendí que la vida era un tira y afloja y nosotros sus pañuelos. Quise a personas... Me enamoré de calles y países lejanos... El horizonte recortado de Colorado fue un soplo febril sobre mi persona. El álamo temblaba cerca de mi ventana y susurraba secretos que comencé a descifrar. Fue en ese preciso instante cuando hablé lenguas nunca habladas y nombré a los objetos con sustantivos que solo yo conocía. Hice un mundo paralelo al que existía, me hice escritor, me hice adulto y apenas tenía quince años.

Siempre concebí mi existencia desde una madurez prematura, un don y maldición a la vez. He aprendido a quererme, a no prejuzgar a las personas, a juntarme con todo tipo de clases sociales y empaparme de sus cualidades. Aprendí a aprender de mis errores, también a no usar ningún tipo de adictivo para vivir, así me sentí más libre. Puse nombre a mis problemas y los afronté, los superé. Viví para contarlo. Nunca tuve ayuda. Solo de las personas que me devolvieron la gracia a este mundo sin saber que había tocado fondo. Puedo decir que quiero a mi familia Able, que Aurora es una estrella en medio de América, que Denver posee una belleza singular e hipnotizante. También a mis Kiwis, que aunque vivan en las mismísimas antípodas los siento aquí, en mi esencia... 

Las palabras son un pasaporte al sueño.
El sueño es la región donde vivo.
Siento los tenues pálpitos de un cambio que no termina y es imparable...


Ahora vivo en mí y soy libre en la libertad, el viento ondea los aromas de la primavera. El invierno se ha marchado y ha dejado un río que fluye y en el que reverberan naranjos árabes en flor con su perfume de azahar.

Estaciones

Una pregunta:
¿Sientes el calor?
Otra pregunta:
¿Alguna vez llegaste a sentir frío?
Tengo miedo...

Tengo miedo al futuro, a su brusca manera de forjarse. A lo pequeños que somos, a esa delicada fragilidad que nos hace personas...

Tengo miedo a la curva prolongada de silencios. A asfixiar palabras y perderlas en un olvidado laberinto.

Tengo miedo de hablar demasiado. A que mis sueños me traicionen y digan lo que los pensamientos captan. Que cuenten un poco de mi horror que dormita en lo más profundo del alma.

Tengo miedo al rechazo. A su sutil forma de coaccionar las mentes humanas, que mediante la calumnia engaña y destruye un tejido más valioso que el de la piel. El del corazón.

Tengo miedo a los totalitarismos. A su violencia, la facilidad que los envuelve a la hora de quebrar ramas. Que cuantas más ramas quiebran más lágrimas lloran, ausencia.

Temo a la soledad... ¿O no?... Tengo miedo desconocer mis temores, a que los demás los señalen y los apunten y los usen para herirme. Tengo miedo a las heridas.

Y a los recuerdos, que a veces indagan en pasados ocultos, en humillaciones, en fallos... Que a veces gritan o susurran palabras.

Estoy asustado, por causas inconclusas que se oponen a la razón. No entiendo. La ignorancia me vence y me clava. Más me duele las palabras de otros que me tachan de culto sin saber que no soy nada.

Sin conocer la historia de las manzanas, que a veces son amarillas, a veces son rojas, a veces son verdes y a veces son ausencia. Tengo miedo a la última a no llegar a ser fruto.

Tengo miedo a vivir, a llevar conmigo mi historia. En cambio no reparo en la muerte, a esa no la temo, porque morir es sencillo, lo complicado es lo otro.

Tú Verbo al Andar.

Hablan, hablan y hablan. Y lo que dicen es lo mismo con diferentes palabras.
No se escuchan entre ellos, sino que se enfrentan,
se insultan y se agreden con tal de...De nada.

La falacia es un arma cruel, que insulta al que brilla y lo sangra.
Es un arma peor que la bala, una pequeña calumnia que crece y quema las entrañas del alma.
Las habladurías me hacen daño, ¿qué valor tiene la palabra sin acto?
Ninguna. 

Ojalá viviese en un mundo del que no me sintiera desencantado. En el que la libertad no la regulase
un bolsillo lleno o el poder de un Estado. Ojalá viviera en un mundo en el que la superación y el trabajo
diesen la libertad.

Ojalá viviese, ojalá viviera. Ideas...

Y mientras Ellos hablan, hablan y hablan... ¡Qué más da lo que digan! Si el sol brilla y es calabaza. Si la piscina es translúcida y las farolas dibujan aristas que se calvan en el asfalto. Si el jardín de la calle es acariciado por el viento, si sus palabras son palabras y ni siquiera son bellas. Si la belleza está en lo mundano, lo pequeño y lo sutil. En las sonrisas imperfectas que te encandilan, en las séptimas que disuenan y que captan el iris del melómano. Déjalos hablar, hasta que lo hagan solos, ¡hasta que se sacien! Y la calumnia sea estúpida porque de tanto acusar el problema serán los términos. 

Haz que tus ideas sean sinceras, que sean objeto de crítica de todos estos falaces. Así harás camino al andar y será el correcto, el que marca el verdadero progreso, la razón... El que marques tú mismo y no las palabras de otros.

Así tu verbo será poesía.

Un círculo Partido a la Mitad y Seccionado en un Tercio.

Elige caminos que no se empaparon de sangre, no creas en los discursos que son de unos pocos ni que hablan de revolución. Cree en ti, en tus ideas. Recuerda que si una ideología se vale de la violencia no propugna la libertad. Usa las palabras, para vencer al que abusa del débil, al que está rodeado de miedos y al que se rige por el dogma.
Viaja y conoce diferentes culturas, sumérgete en ella, deja que te guíen, empápate del arte, del valor de las personas. Refleja tu sonrisa en los rostros de los demás, así sabrás que loe estás haciendo bien.

Una Excusa

No quieras saber mi nombre.
No quieras conocer mi historia.
No quieras querer sentir cosas imposibles,
que tras la luz, hay sombra.

Desconoces el porqué de los misterios.
Y aún así un rumor te instiga,
y me persigues, sin saber que no tengo
comienzos ni meta. Que no hay rumbo.

No quieras saber nada de mí,
que aún así yo quiero.
Porque soy un arma de doble filo,
que no sabe si ama o si olvida.
Que no entiende de límites
y tampoco de destinos.

Un Instante de Rauda Eternidad

¿Te gusta la soledad?
Si esa pregunta me la hubieran hecho hace unos años no la hubiera logrado entender, hubiera respondido que no, que la soledad me aterra, que se me helaría la sangre tan solo con pensar en ella.

Algo cambió.

Cuando te pones delante de un público, cuando estás en medio de una audición con un tribunal, unas partituras, tu viola y nada más hay algo de lo que te vales. De todas las horas que pasaste solo al lado de tu instrumento. Cada una de las articulaciones que realizaste, de las notas que memorizaste y repetiste...

La soledad es un mundo al que se adentran personas que están locas de remate, tan locas que se sumen a él por mero amor.

La soledad asusta, pero me aterra más la idea de concebir mi historia sin música.

Entonces me pongo mi viola al cuello. Y resulta una extremidad que forma parte de mi cuerpo. Resulta bonito. Brillamos y lo hacemos juntos. Entonces le susurro unas palabras que ella solo entiende. La acaricio con profundo erotismo y despierto en ella la profunda pasión. Y cuando toco ya puede ser para mil personas, que en el escenario, solo estamos ella, yo y los 100 años de soledad que Gabriel García Marquez nos prometió y con los que silenciosamente y juntos y unidos logramos alcanzar.

Las Estrellas se Apagan


Hay suspiros que nacen y no son mecidos por una canción. Y miradas que crecen sin palabras que las vulneren. Una psicodelia repite confusa que, lo que no se quiere se olvida, lo que no se pierde se ama.
Y así la pianista mira los marfiles y encuentra caricias y tactos opacos que ella solo ríe, que ella solo llora. Le mira su profesora y se aturde creyendo en que su amor por la música que la declara virtuosa es por ella. Y así el amor se envicia y mientras la alumna es música la profesora la ve musa.
Sus dedos frágiles y robustos a la vez susurran al blanco y al negro palabras que nunca serán escuchadas por voces de otros. Mientras, la maestra imagina esa pericia rozando sus cabellos y sus piernas, ese fruto que tantos años lleva cultivando y que ahora se hace diosa. Y confunde, lo que es música, lo que es persona. Y con cada silencio que suena y que no es codiciado la profesora la ve más música y menos humana, más lejos, menos tangible… Su alma se hace cálida y fría, fuego y tormenta y no alcanza, ni roza, ni baila. Porque su alma no es como la de ella, sino que está atrapada en una tortuosa tela de araña.
Mientras la joven se hace hoja al viento, ola al agua y se siente cada vez más libre en un mundo ajeno al que vive. Las horas se convierten en días y los días en semanas y meses… Todo eso es su trabajo y su amor por la música, más poderoso que cualquier lazo terrenal, ella sentada en su taburete de piano es menos persona y más esencia que se hace humo y mengua jugando con el cielo.
De repente, algo pasa. Una caricia insospechada que no es fría sino cálida. Un aliento que roza su oreja con sutil delicadeza, que de una extraña forma rodea su semblante. Esgrime un grito que se pierde. La profesora ha mezclado sentimientos innatos. La profunda envidia, el deseo, el amor por la música y la joven… Todos se vuelven contra ella y le apuntan. La intenta besar y ella se aparta, tiene miedo. Entonces sus suspiros se mecen por una nana y llora. La música se apaga y se vicia. La lesbiana se queda desnuda y absorta, porque su alumna no siente nada por ella, sino por las melodías con las que se inmola y arde en deseo… Ahora se ve intrusa y la habitación se hiela. –Una sonata de Shumann destroza las cálidas telas donde se guardan los secretos- la contundencia de las notas se clava y recitan mentiras que se encaprichan de las suntuosas curvas de la muchacha.
No hay dos luces de luna si no una, ni suspiros que exhalados se pierdan, no hay fortuna con precio pero si precio sin tesoro. Hay una soga y un piano callado, hay un peso sobre la cuerda y unos cabellos plateados. También hay una niña muda, un cisne encarcelado y perturbado. Por delirios de besos que lanzados se clavan aún sin ser queridos. Por caricias que no son ni blancas ni negras y roces que poseen sutiles pálpitos de sangre. También hay una carta abierta y rota sobre un montón de basura. Pone algo sobre un concierto y un instrumento sin música y que necesita ser tocado, pero nunca jamás por ella, volverá a  ser recitado.

No siempre.

A veces miento.
Es una extrañeza compulsiva que arrancan mis sentidos.
Me gusta disfrutar siendo otra persona.
Juego a engañar, a engañarme.
Con facilidad se convierte en una droga.
Me consume, pero disfruto con ese trémula punzada.
No entiendo el fin, sí la causa.
Hay mucho dolor detrás. Demasiada resignación.

No te fíes de mí dos veces.
No termines de creer lo que digo.
Mis palabras entierran otras ocultas.
Lo hago para protegerme, para protegerte.
A veces miento.

Pero ten cuidado, no siempre lo hago.

Tres Hojas con Forma de Almendra.

Esa maldita premonición que me repite lo poco que durará.
Esa extraña forma con la que me enredo en querer dar
Y tu dando tan poco...  Y esa pequeñez para mí supone un mundo.
Ese juego estúpido de querer ser algo que jamás lograremos ser.
Perfectos.
Siento la electricidad pellizcando mis dedos.
Siento una serie de confusas emociones.
Que son una falsa hiedra. Enredada, verde y venenosa a la vez.


1983


Si sueñas, que los sueños puedan ser soñados. Si consigues, respirar el aliento que hace que tus suspiros en seco se paren. Si crees que los nombres de las cosas pueden ser cambiados y que existen notas en el piano jamás tocadas, si con tu pelo dibujas aristas que confunden al cielo y las estrellas te abrigan con su tierna sábana de luz abre la puerta y crea un mundo, haz un cielo.

Brilla como para ser escuchado, sé tú, consigue lo que quieras. Persigue lo que necesites. Déjate llevar por lo que marca tu instinto.


EverybodyTalks

-Todo el mundo habla, ¿qué vamos a hacer?
+Vamos a salir ahí, a mostrarnos como somos y a sonreír.
-Hasta que se cansen.
+Hasta que de hablar se queden exhaustos.




Elegía de un Pueblo

Hay un rincón en mi pueblo donde respiro y veo que mi abuelo sigue ahí. Que su corazón todavía late y lo hace por una razón, nosotros. No es un recuerdo, es una esencia. No es una persona, es una historia. Inconclusa, larga, desgastada... Una que no perece ante final alguno.

Talamanca eres tú, el lugar donde naciste, creciste, donde te formaste y mejoraste... 
Querido abuelo si estoy allí estaré contigo, siempre.

Poesía Prohibida

Un cuerpo caliente sobre un lecho frío. Un paladar húmedo. Un beso lanzado al pasado. Se va, se fue. No queda nada.  Pedazos de deseo sobre unas sábanas que se caen de la cama húmeda. Unos botones que no son desabrochados. Un rincón de hojalata. Una cortina que se la come el polvo. Un silencio. Otro silencio. Una prolongada curva silenciosa.

La eterna pérdida de energía que las ascuas devuelven al vacío. -Abróchame la cremallera, que me voy.- Se fue. Los ojos se chocan por última vez. Se devoran con el iris. Acaban de ser la brutalidad carnal ceñida al momento. Pero se va y se fue.

Ojos que te desnudan en un segundo, para después desaparecer.

Unas líneas estrechas

Quiero decirte cosas que no te diría si no fuese susurrando al oído.
Morderte la comisura estrecha del labio.
Desear que tu pelo dibuje una arista al viento.
Querer un mundo y vivirlo contigo.
El psicópata es un artista . Sus víctimas son sus obras.


La sensibilidad del que no ama es sumo particular, atenta con las desgracias de los demás.

Intrusiones de la Verdad

Nuestro mundo no está hecho para dos dispares y convulsos sentidos opuestos. Ni es un blanco impoluto ni una espesa negrura. Es una mezcla tibia y fría de colores inconclusos. Una relación que el ser humano mantiene consigo mismo en la cual a veces besa o muerde y practica horas de canibalismo absurdo con el que se destroza. 

El mundo no es de los duros, ni de los tristes, no le pertenece a los inteligentes, a los hábiles, a los bestias o a los artistas... Está hecho para los oportunistas, que rebuscan de entre un vertedero y eligen lo que necesitan y lo que no. Eligiendo, distinguiendo y conociendo se vive. No somos perfecciones grávidas de bondad, ni lobos para nosotros mismos, somos elecciones grises y espesas que buscan ser seleccionadas o descartadas. Necesitamos inconscientemente la aprobación de un tercero para seguir caminando, a fin de cuentas no somos del todo nosotros, si no más bien un poco de todos. 


Una mezcla sintética de montones de extraños que nos condicionan e idean al igual que nosotros a ellos. Somos un pequeño arte de anónimos.





Temo más a las luces que pueden ser apagadas, que a la oscuridad que siempre puede ser iluminada.


Los Barrotes Fueron más Fríos sin Nuestras Voces.

Las voces no se hicieron para estar calladas. Al igual que las manos no se crearon para que acabasen en las gargantas de otros, igual que el campo no floreció para orear la sangre de los que no volvieron, igual que el ser humano no avanzó para terminar depredándose así mismo.

¿Qué somos nosotros sin ideas? No más que un nenúfar sin lago. Pero,¿ qué son las ideas cuando se interponen con la libertad de otro hombre? Fanatismos. Cuando la libertad absoluta del ser humano el propio individuo la considera violada hasta tal punto de ver a su propia especie como enemiga, ataca. Lo ha hecho en innumerables ocasiones con el fin de alcanzar esa imprecisa e indeterminada idea que es el poder. El poder es la capacidad de control que ejerce un ser humano sobre otro, es una vara de medir que en determinados organismos alcanza descomunales dimensiones. Su utilidad, ninguna para el que vea lo necesario como la existencia. Aún así, realmente codiciada. En el capitalismo el poder son los bancos, capaces de arruinar a poblaciones enteras y acabar con ellas, en el socialismo el Estado es el que controla todo lo que le rodea, con la capacidad de decidir los movimientos de cualquier persona. En las dictaduras el poder es capaz de matar, por la etnia, la religión, la orientación sexual, los ideales, incluso por darle sentido a la existencia.

Los extremos me aterran, me producen insomnio cuando pienso en ellos. Es la inquietud de no saber quién tendrá el poder mañana, de si podré seguir escribiendo o viviendo... Es el miedo del miedo, de no poder calcular el número de víctimas exactas que los totalitarios han dejado sobre la faz de la tierra, la cantidad de cadáveres perdidos en montes, el peso de todos los casquetes de bala...

Pero sé algo que ellos no saben, por eso aunque esté asustado me recompongo y les miro a la cara, a los dictadores, a los que gritaron revolución con un fusil en la mano, a los que enunciaron un discurso para unos pocos. Yo no necesito hartarme de ese poder que ansían irracionalmente, yo existo por la música, por las letras, porque hay vidas por salvar y pasos que dar, existo por algo más importante que el control. Les miro a los ojos y son menos grávidos, parecen diminutas pequeñeces sin sentido alguno, tienen más miedo que yo, se sienten acorralados, les aterra saber la soledad que rodea el mundo.

Dedico esta entrada a los millones de muertos en Alemania, Italia, Chile, España, Rusia, Armenia, China, Camboya, Vietnam, Corea del Norte, Bosnia, Etiopía, Uganda, Centroeuropa, israelitas, la raza negra, los cristianos, los árabes, homosexuales... A todos los que murieron en manos de otros perversos que los vieron estorbo, aberración o incluso animales. Y les lanzo una pregunta a los mayores demonios del S.XX, en especial a Mao, Hitler, Stalin, ¿qué es lo que os aterra más, que la vida sea un sinsentido en la que no exista el control, o la soledad al la que el ser humano vive sumido? Y les enuncio una frase a los que siguen dichas doctrinas...


Quien muere lo hace una vez. Quien mata roba una vida. Quien roba una vida roba un destino. Quien roba un destino decide sobre el silencio de los labios de otros. Quien decide de silencios decide de insomnios y flores y lágrimas. Quien decide de vidas decide de las que le plazcan. Pero quien muere solo lo hace una vez. 


Dear God. If you are here God.

¿Alguna vez te sentiste tan vacío por dentro que no lograste saber si eras tú?
¿Alguna vez tuviste el peso incomprensible de la humanidad sobre tus espaldas?
¿Alguna vez quisiste renunciar de tus dones y pretender ser normal?
¿Llegaste a tenerle miedo a las palabras?¿Te dijeron tus amigos de siempre que ya no querían que formases parte de sus vidas?¿Te has querido congelar en la ducha y que el tiempo se parase por siempre?
¿No llegaste a ser perfecto para tu familia?
¿Acaso sentiste que trabajaste durante años pero que no había música?
¿Tenías miedo de perder, cuando ya lo habías perdido todo?
¿Te dijeron que no valías nada?¿Te sentiste solo entre la multitud?

Yo pasé por todo eso, perdí cuatro años en el conservatorio, dando tumbos por culpa de un profesor acomplejado, mis amigos me abandonaron un día, nunca fui lo suficientemente bueno en mi casa aún siendo el mejor. Tuve secretos que nunca quise confesar, que me hirieron y deseaban verme sangrar. Vi morir a personas a las que quería, perdí toda clase de seguridad que necesitaba con tan solo 14 años, nunca tuve un hogar en el que pudiese sentirme tal como siempre quise ser, tampoco poseía una identidad, pero solo sabía una cosa, quería ser libre.

Eran alrededor de las tres de la mañana y había llorado, todavía seguía despierto, ya no tenía ningún miedo. Ni a las etiquetas, ni a la soledad, ni al fracaso. No tenía nada con lo que apostar, solo estaba yo. Con ganas de algo, no sabía por donde empezar y no iba a aparecer un golpe de suerte con el que solucionarlo todo, o una mano que apareciese de repente... necesitaba algo más. Saldría yo solo, me lo dije. Por primera vez sentí fuerza y entendí la verdadera incógnita que nos rodea y nos aterra y no la tuve miedo. El humano está rodeado de su extrema soledad y teme de hacerla frente.

Me puse de rodillas y junté las manos como me enseñaron, primero me dio vergüenza, porque hacía tiempo que no hablaba con Él, pensé que tal vez sería un completo extraño, o que si quiera existiese, pero esa noche no era de las que uno piensa en dudar si no que actúa por instintos, por conductas que llevan a la genialidad o al desastre. Estaba solo contra el mundo, no había opción, tampoco quise tener otra. Y susurré al aire: Dios, querido Dios, si tú estás ahí Dios... Y todo comenzó a cambiar.

Ahora soy un gran músico, un gran amigo y una gran persona