El Viaje sin Retorno.

Gafas había hecho un viaje al corazón de África. Namibia. Quería estudiar las tribus, así podría hacer la tesis doctoral que tanto ansiaba. Pensaba que este viaje era meramente para su proyecto de antropología.  Nada más bajarse del avión vio que era algo más. Era un retorno a la cuna de la humanidad. Un éxodo a otro mundo, el de los espíritus y las voces que recorren los desiertos cobrizos del país.

Gafas no estaba preparado para respirar el aire de sus ancestros. Abrasador. Hecho de fuego y arena. Los colores ocres empezaron a invadirle la visión desde que tuvo posibilidad de asomarse por la ventanilla. Los tonos rojos, marrones, naranjas, violáceos saciaban su iris y lo acaramelaban. Nubes de polvo sobre los caminos. Nubes de sal sobre los mares. Nubes naranjas sobre el cielo. Nubes que calmaban los penetrantes rayos del sol. 

Bajó del avión y un torbellino de arena se le incrustó en la nariz.  Un grato silencio se hacía con la inmensidad. Había llegado. Pronto iría a Windhoek, la ciudad colonial, donde pasaría unos pocos días y esperaría por Trenza Rubia. Ella sería su guía, la chica que llevaba casi la mitad de su existencia entre los namibios... Gafas estaba anonadado con el paisaje. Le dolía la garganta de respirar y se quedó paralizado observando la quietud.
-Siñor, para bajar hay que estar preparado.- Le dijo Botones.
Le miró a los ojos leonados de traductor.
-Siñor, lo digo porque aunque usted no creerme a mí,  va a hacer un viaje y cuando vuelva a montar en este aeroplano habrá cambiado por completo, si es que al final desea volver.

El fulgor dorado del cielo reflejándose en el salitre de las colinas le cegó por completo. La blancura se entremezcló con lo que creyó ser visiones.


(Tambores en las Colinas)

1 comentario:

muchas gracias por comentar