Dulce ilusión

Tenía una vida en la que estaba acostumbrado a la soledad. Al desamor. Juré no querer, no sentir nada por nadie. Fuerte estupidez. Salí y bebí y volví a beber. Me quedé a ver el sol caer sobre la arena rojiza del Confital. Caminé las calles sin buscar a nadie. Creía ser perfecto. Algunas noches cenaba palomitas mientras veía mis series preferidas. Otras salía corriendo para despertar en la playa. Ninguna se terminó de parecer a la anterior. Era indomable. Era impetuoso, infranqueable. Nadie podría hacerme tal cual quisiese. Yo era fuerte, fuerte... Engañé sin amor. Viví a tope. Todo giraba en torno a lo que yo decidía. Hasta que un día el alcohol no fue suficiente como para ahogar lo que pasaba.

No hay música que escriba la imperfección que convierte su cara en perfecta. La energía que fluye entre su pelo y su mirada. Se licuan los minutos. Se mastican las palabras. Mordidas y maltrechas dicen, que sin decir no son nada. No es el tiempo, ni el lugar. No es la situación, ni la vida que ninguno de los dos debería tener. No es "un cegar de belleza" sino una atracción a la que no puedo resistir. Es entender tus ojos clavados en mí. Verlo imposible.

He dejado de jurar cosas que me superan. Ahora estoy solo y en mi soledad las horas se consumen. Las noches se han hecho iguales, de vacías. Son monótonas. Todo ha cambiado. Ahora no soy salvaje. Tus impredecibles actos me hacen. Busco por las calles tu aroma, impregnado en una rauda sensación. No estás. Juego a imaginarte, a imaginarme. Me hiciste frágil, triste... Ya no vivo consciente del presente, sino en el hipotético caso de acabar contigo, de hacer tu cuerpo al mío y dibujar lienzos en una historia que no existe. Antes yo, era yo, sin necesidad de nadie. Ahora me he hecho a lo que tú decidiste, (o quién sabe si yo mismo) hacer de mí. Practicas canibalismo conmigo, me desmiembras, me conviertes en algo, en alguien que nunca creí que llegaría a ser.

Ah, y tú que lo haces sin saber.

1 comentario:

muchas gracias por comentar