Tengo miedo...
Tengo miedo al futuro, a su brusca manera de forjarse. A lo pequeños que somos, a esa delicada fragilidad que nos hace personas...
Tengo miedo a la curva prolongada de silencios. A asfixiar palabras y perderlas en un olvidado laberinto.
Tengo miedo de hablar demasiado. A que mis sueños me traicionen y digan lo que los pensamientos captan. Que cuenten un poco de mi horror que dormita en lo más profundo del alma.
Tengo miedo al rechazo. A su sutil forma de coaccionar las mentes humanas, que mediante la calumnia engaña y destruye un tejido más valioso que el de la piel. El del corazón.
Tengo miedo a los totalitarismos. A su violencia, la facilidad que los envuelve a la hora de quebrar ramas. Que cuantas más ramas quiebran más lágrimas lloran, ausencia.
Temo a la soledad... ¿O no?... Tengo miedo desconocer mis temores, a que los demás los señalen y los apunten y los usen para herirme. Tengo miedo a las heridas.
Y a los recuerdos, que a veces indagan en pasados ocultos, en humillaciones, en fallos... Que a veces gritan o susurran palabras.
Estoy asustado, por causas inconclusas que se oponen a la razón. No entiendo. La ignorancia me vence y me clava. Más me duele las palabras de otros que me tachan de culto sin saber que no soy nada.
Sin conocer la historia de las manzanas, que a veces son amarillas, a veces son rojas, a veces son verdes y a veces son ausencia. Tengo miedo a la última a no llegar a ser fruto.
Tengo miedo a vivir, a llevar conmigo mi historia. En cambio no reparo en la muerte, a esa no la temo, porque morir es sencillo, lo complicado es lo otro.
Tengo miedo al futuro, a su brusca manera de forjarse. A lo pequeños que somos, a esa delicada fragilidad que nos hace personas...
Tengo miedo a la curva prolongada de silencios. A asfixiar palabras y perderlas en un olvidado laberinto.
Tengo miedo de hablar demasiado. A que mis sueños me traicionen y digan lo que los pensamientos captan. Que cuenten un poco de mi horror que dormita en lo más profundo del alma.
Tengo miedo al rechazo. A su sutil forma de coaccionar las mentes humanas, que mediante la calumnia engaña y destruye un tejido más valioso que el de la piel. El del corazón.
Tengo miedo a los totalitarismos. A su violencia, la facilidad que los envuelve a la hora de quebrar ramas. Que cuantas más ramas quiebran más lágrimas lloran, ausencia.
Temo a la soledad... ¿O no?... Tengo miedo desconocer mis temores, a que los demás los señalen y los apunten y los usen para herirme. Tengo miedo a las heridas.
Y a los recuerdos, que a veces indagan en pasados ocultos, en humillaciones, en fallos... Que a veces gritan o susurran palabras.
Estoy asustado, por causas inconclusas que se oponen a la razón. No entiendo. La ignorancia me vence y me clava. Más me duele las palabras de otros que me tachan de culto sin saber que no soy nada.
Sin conocer la historia de las manzanas, que a veces son amarillas, a veces son rojas, a veces son verdes y a veces son ausencia. Tengo miedo a la última a no llegar a ser fruto.
Tengo miedo a vivir, a llevar conmigo mi historia. En cambio no reparo en la muerte, a esa no la temo, porque morir es sencillo, lo complicado es lo otro.
Señalaría tantas frases que me han llegado dentro de este texto.
ResponderEliminarPero sin duda, me quedo con la parte de las manzanas y con el último pequeño párrafo.
En serio, no sé cómo lo haces pero me sorprendes en cada texto.