Nuestro mundo no está hecho para dos dispares y convulsos sentidos opuestos. Ni es un blanco impoluto ni una espesa negrura. Es una mezcla tibia y fría de colores inconclusos. Una relación que el ser humano mantiene consigo mismo en la cual a veces besa o muerde y practica horas de canibalismo absurdo con el que se destroza.
El mundo no es de los duros, ni de los tristes, no le pertenece a los inteligentes, a los hábiles, a los bestias o a los artistas... Está hecho para los oportunistas, que rebuscan de entre un vertedero y eligen lo que necesitan y lo que no. Eligiendo, distinguiendo y conociendo se vive. No somos perfecciones grávidas de bondad, ni lobos para nosotros mismos, somos elecciones grises y espesas que buscan ser seleccionadas o descartadas. Necesitamos inconscientemente la aprobación de un tercero para seguir caminando, a fin de cuentas no somos del todo nosotros, si no más bien un poco de todos.
Una mezcla sintética de montones de extraños que nos condicionan e idean al igual que nosotros a ellos. Somos un pequeño arte de anónimos.
Temo más a las luces que pueden ser apagadas, que a la oscuridad que siempre puede ser iluminada.
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